OBRA

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yo

El acto efímero de la contemplación


El SENTIDO origina las cosas de una manera tan caótica, tan oscura.

Caóticas y oscuras, son las imágenes que contiene.

En sus insondables tinieblas se esconde la Semilla.

Lao tse


Lo más importante de la pintura es la propia experiencia pictórica,y delante de un cuadro no me planteo lo que estoy haciendo, por lo tanto no me preocupa introducir cambios durante todo el proceso, que no es otro que un viaje interior modulado por mi formación filosófica oriental con claras influencias del Taoísmo y del Hinduismo, y cuanto más me adentro en la búsqueda del sentido de la vida y de este universo, más concibo la pintura como vehículo de comunicación de todo aquello que acontece en el espacio tiempo de su elaboración. Siempre espero que el cuadro me sorprenda y a menudo depende de la intensidad con la cual ha sido vivido. En mis últimas obras cada particularidad de sentimiento se extingue en una unidad de todos los contrarios, en ellas queda una simplicidad final de efecto y contraefecto, de lo espiritual y lo material, de superficie y espacio.. ya nada existe por sí solo, nada predomina. Utilizo tinta, basándome en los principios de la caligrafía china porque es moldeable en el trazo y caprichosa en su aplicación. La tinta no se deja dominar fácilmente, y al final el cuadro dibuja el recorrido de la lucha entre el deseo y el resultado inesperado de la obra mostrando la energía que fluye a través del movimiento del pincel, el gesto y la tinta. Mi obra es un recorrido por el paisaje interior de mi búsqueda espiritual, concentrándome en los materiales que utilizo como signos del lenguaje visual , del mismo modo que se emplean signos lingüísticos para expresar imágenes abstractas de trascendencia filosófica. el Wabi-sabi, que ha tenido gran influencia en mi forma de entender el mundo, implica una visión del mundo intuitiva, cree en la incontrolabilidad fundamental de la naturaleza, es ostensiblemente tosco, se adapta a la ambigüedad y a la contradicción y generalmente es oscuro y apagado. No busco una imagen, las busco todas y la no definición figurativa de las formas es una puerta de entrada para que el espectador finalice ese recorrido de vida que ya es memoria, pero que en ese instante de contemplación efímera da sentido a la obra.

Lídia

El buscador occidental, en el contexto o punto de vista apropiados.


Los cuadros de François Mazelon son mapas que trazan trayectos que van de una mancha de tinta china negra hacia otra mancha de tinta china negra, y así, sucesivamente, estas partículas elementales van creando territorios solo delimitados por la superficie del papel. A menudo, entre un punto y otro acontecen accidentes en forma de salpicaduras aparentemente incontroladas, que reafirman el universo del pintor. Los círculos y las gruesas lineas de color negro de formas imprecisas nos remiten a la belleza imperfecta de las cosas naturales.

La contundencia del color negro en la pintura de Mazelon puede llegar a intimidar la primera mirada del espectador, pero solo es necesario situarse en el punto de vista adecuado, para llegar a descubrir que cada mancha, cada linea y cada salpicadura modulada por el agua que la diluye, transforma un único color en infinidad de matices, al mismo tiempo que la radicalización de la paleta del artista, nos hace imaginar por su ausencia toda la gama de colores posible entre el negro de la tinta y el blanco del papel.

Sus obras expresan una emoción intensa instalada en una narración de tipo espacial, que a veces es violenta y otras sutil, y que como siempre en pintura tiene mucho que ver con los procesos de elaboración de la obra. François Mazelon trabaja casi siempre con tres elementos: tinta, papel y agua, siendo este último el que conforma la imagen final, ya que el agua no solo actúa como disolvente de la tinta, sino que además envuelve las pasiones y la acción pictórica, y la fuerza final de la obra se reafirma en la austeridad de los medios empleados.

Pero llegados a este punto y una vez reseguesidos los múltiples recorridos que nos ofrecen estas imágenes, descubrimos que el producto de la visión es la extesión de los gestos del artista que han creado una atmósfera intensa y sorprendente, que nos atrapa de la manera más fácil posible en sinuosas trayectorias sensoriales, que al igual que la buena música son poseedoras de diversos niveles de percepción. Yo de momento me quedo con algunas de las obras de Mazelon, que bajo un caos aparente, ofrecen diversos niveles sensitivos sin privilegiar ninguno de ellos en especial.


Lídia Porcar

Artista visual y creadora de espacios interactivos.

Jordi

Jorge Bas Vall dijo...

"Pero por más que Mizra Palm aspire a una normalidad que no consigue aquilatar, ni saber por dónde habrá de comenzar a buscar, lo único que de verdad la conmueve en aquel momento es el lúcido impacto de aquella enorme mancha roja que dejó pintada por completo la tela de François Mazelon. Se conmovió incluso la tela que quedó en blanco. Mancha cuya impresión sobre el blanco ha dejado un reguero de pequeñas manchas que la acompañan y hablan de otras ternuras. Pintura que pinta por el mero hecho de llegar a la tela sin ningún propósito, carente de ninguna intención sobre cómo habrá de verse lo pintado: pintura que únicamente se limita a pintar. Pinta y habla del hecho sencillo de pintar. De nada más. Llega a la tela de un modo que a veces resulta violento y otras tan inocente como acariciar sin atreverse del todo. Como aquel suspiro que acredita que uno está vivo. Caricia delicada que nada quiere imponer. Manchas que en la tela de al lado son negras, rodeadas de otras bastante más pequeñas de un ámbar que habla de una naturaleza más considerada. Negras que a veces parecen manchas en una tela manchada, y otras veces agujeros insondables en lo que pudiera haber más allá de un lienzo pintado con manchas de color ámbar. Negro que a veces se hace opaco y concreto, y otras consigue hablar de profundidades, negras también. De una negrura más intensa, si cabe. Manchas negras y manchas ámbar que la misma tela separa y relaciona. Más que separarlas la tela, las separa el tiempo que ha mediado entre caer unas y caer las otras. Tiempo casi inexistente, es verdad, pero que la sencillez del hecho de caer y llenar una tela ha sido capaz de atrapar y dejar contenido. Tiempo que muchas veces parece no estar y otras queda prendido en la magia inocente de que unas gotas de pintura caigan de un modo delicado que ni siquiera quiso impresionar la tela sobre la que se desplomaron. Manchas más grandes y más pequeñas, minúsculas algunas otras, que unas veces parecen contenidas en el mismo plano y otras como si pertenecieran a un universo que al mirar y remirar se va haciendo profundo, por instantes incluso amigo, pero siempre inacabable.

Manchas capaces de impresionar el ánimo de Mizra Palm y despertarlo, sacudirlo de un modo delicado con la elocuencia de un hecho que siendo tan simple diga tanto y contenga tanta amplitud. Sea capaz de atrapar verdades transcendentales y un acontecer primigenio, axiomas esenciales que aunque se escucharan las veces que se escucharan nunca revelarían todo lo que guardan de oculto. Mensajes cifrados destinados a evidenciar certezas y confirmaciones que de otra manera iban a permanecer inexpresados quizá para siempre. Manchas que pintan en un acto elemental al que ni siquiera ha podido influenciar el gesto, que mantienen alejado el ademán de quien las dejara caer con finura o las impulsara con virulencia. Gesto, en definitiva, que se produce con anterioridad a que todo quede pintado, que no penetra en la tela en consecuencia, ni condiciona a la pintura que la deja pintada, que permite al hecho ocurrir sin que ninguna voluntad intervenga, sin que algún intelecto decida cómo ha de ocurrir. Puro acontecer capaz de expresarse con sencillez y atrapar al Tiempo. Este detalle que a muchos parecería insignificante, es precisamente lo que emociona a Mizra Palm y consigue alejarla unos instantes de su conmovedor deseo de ser normal.

"El Encanto del Imposible" Jorge Bas Val

sábado, 26 de noviembre de 2011

WABI SABI

Corriente japonesa estética y de comprensión del mundo basada en la fugacidad e impermanencia. Deriva de la afirmación budista de las Tres Características de la Existencia.

Según Leonard Koren, autor del libro Wabi-Sabi: for Artists, Designers, Poets and Philosophers, se refiere a aquella belleza imperfecta, impermanente e incompleta. Algunas características de la estética wabi-sabi son la asimetría, aspereza, sencillez o ingenuidad, modestia e intimidad, y sugiere además un proceso natural.

El wabi-sabi ocupa la misma posición en la estética japonesa que en Occidente ocupan los ideales griegos de belleza y perfección.


Andrew Juniper afirma que si un objeto o expresión puede provocar en nosotros una sensación de serena melancolía y anhelo espiritual, entonces dicho objeto puede considerarse wabi-sabi. Richard R. Powell lo resume diciendo que ello (el wabi-sabi) cultiva todo lo que es auténtico reconociendo tres sencillas realidades: nada dura, nada está completado y nada es perfecto.


Las palabras wabi y sabi no se traducen fácilmente. Wabi inicialmente refería la soledad de vivir en la naturaleza, lejos de la sociedad, mientras que sabi significaba "frío", "flaco" o "marchitado". Hacia el siglo XIV estos términos comenzaron a cambiar, adquiriendo connotaciones más positivas. Wabi ahora connota simpleza rústica, frescura o quietud, siendo aplicable tanto a objetos naturales como hechos por el hombre, o elegancia subestimada. También se puede referir a peculiaridades o anomalías que surgen durante el proceso de construcción y dotan de elegancia y unicidad al objeto. Sabi es la belleza o serenidad que aparece con la edad, cuando la vida del objeto y su impermanencia se evidencian en su pátina y desgaste, o en cualquier arreglo visible.


Desde un punto de vista del diseño o ingeniería, wabi se interpretaría como la cualidad imperfecta de cualquier objeto, debida a inevitables limitaciones en el diseño y construcción. Así, sabi podría ser interpretado como el aspecto de imperfecta fiabilidad o limitada mortalidad de cualquier objeto; de aquí la conexión etimológica con la palabra japonesa sabi, oxidarse.


Ambos conceptos, wabi y sabi, sugieren sentimientos de desconsuelo y soledad. Según la perspectiva budista Mahāyāna, estas son características positivas, al representar la liberación del mundo material y la trascendencia hacia una vida más sencilla. La propia filosofía Mahayana, sin embargo, advierte de que la comprensión verdadera no puede alcanzarse mediante palabras o lenguajes, por lo que aceptar el wabi-sabi en términos no verbales sería el enfoque más adecuado.


Los conceptos de wabi y sabi son originariamente religiosos, pero su actual uso en japonés es bastante informal.

                                                          De Wikipedia, la enciclopedia libre

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